Este grupo de twee-pop me lo descubrió mi amigo y compañero de juergas inconfesables don
Borja Prieto allá por las postrimerías de los años 90 en una casa de la Plaza de Colón donde, por cierto, nació la banda musical que compartí y sufrí con él durante unos añitos (sabéis a cuál me refiero, tontainas), casa a la que nos trasladábamos en mi descascarillado y ya difunto R5 amarillo de nombre Piolín.
Él había estado un tiempo en Berkeley, estudiando Comunicación Audiovisual o alguna cosa moderna de esas, y de allí se trajo joyas, que ahora son reliquias, como ésta.
Esta londinense medio irlandesa compuso la música de una época de mi vida llena de cambios y sobresaltos. Su disco Made of Bricks estuvo un buen tiempo como la única música que oía en el ipod (con o, sí, soy un antiguo) y llegó a obsesionarme tanto que incluso pensé en seguirla allá donde tocara. Menos mal que en un arranque de sensatez llegué a la conclusión de que ser groupie a mi edad debe ser hasta ilegal en algunos países. Disfruten:
Él, francés. Ella, alemana. Mira que era difícil que saliera algo bueno de esa mezcla... pues sí. Esta pareja de veteranos electropunkeros han acompañado mis marchas más alocadas y han sido protagonistas de mis bailes más ortopédicos desde el siglo pasado. Y ya que es viernes, prueben a ponerse esta canción a todo volumen en la cocina mientras hacen la cena y.... bailen en cuadrado.
Son de California pero yo los descubrí en una tienda de discos en Tokio (tranquilos, es uno de esos ataques esporádicos de cosmopolitismo que me dan), y además de ser uno de los pocos discos que me compré de los que entiendo el título, fue sin duda uno de los descubrimientos del año.
